En una mañana de agosto, el coliseo del CAS se transformó en un santuario de amor y crecimiento. Como madre, mi corazón latía con anticipación mientras me sumergía en el encuentro “Construyendo juntos un corazón poderoso”, dirigido por el carismático Germán Hernández. El aire vibraba con la promesa de fortalecer los lazos que nos unen a nuestros hijos de cuarto grado, esos pequeños jardineros de nuestras almas.
Con ojos humedecidos por la emoción, los padres observamos cómo nuestros retoños desplegaban sus alas de autonomía en desafíos que nos sugerían las actividades de la mañana. Fuimos paso a paso por un recorrido de abrazos, fotografías de la memoria y palabras. Cada abrazo compartido era un puente tendido sobre el abismo del tiempo, cada fotografía rememorada, un faro de recuerdos que iluminaba nuestro camino conjunto. En ese espacio sagrado, nuestras voces se elevaron como un coro de amor, declarando a nuestros hijos cuán profundamente están arraigados en nuestros corazones.
Gracias al colegio por abrir estos espacios, son encuentros que fortalecen el trabajo conjunto de padres y escuela. Gracias por llevarnos a un reencuentro con nuestros hijos. Nos queda una gran enseñanza: si cultivamos juntos las semillas de la resiliencia y la fortaleza en nuestros hijos, si las regamos con el agua cristalina de nuestro afecto incondicional, nuestra misión como padres estará cumplida.