El teatro, en su esencia más pura, es la palabra escrita en su forma tridimensional, se respira y se siente en la piel de los actores que encarnan personajes y conflictos. Es una alquimia mágica donde el lenguaje se fusiona con la gestualidad, la entonación, el movimiento y el espacio escénico para crear una experiencia visceral y compartida. Por ello, el teatro fue el motivo de celebración en nuestro “Día del idioma 2025”.
A través de las tragedias que nos confrontan con las profundidades del alma humana, las comedias que nos invitan a reírnos de nuestras propias flaquezas y los dramas que exploran las complejidades de la existencia, el teatro se convierte en un espejo potente de la condición humana. Nos permite asomarnos a otras vidas, comprender motivaciones ajenas, cuestionar nuestros propios valores y prejuicios, y en última instancia, expandir nuestra empatía y nuestra comprensión del intrincado tapiz de las relaciones humanas. En el marco del Día del Idioma, se exaltó el teatro como una herramienta que permite observar la belleza y la versatilidad de la lengua, demostrando cómo las palabras, hilvanadas con maestría por dramaturgos de todas las épocas, poseen la capacidad de conmover, educar, provocar la reflexión y trascender las barreras del tiempo y el espacio, manteniendo viva la herencia cultural y lingüística de una comunidad.
Además de su profunda conexión con la literatura, el teatro amplía su impacto de una manera necesaria y profunda en la vida diaria. Actuar – incluso como espectador encarnando a un personaje – ejercita la empatía de sentir las emociones de otro y permite la construcción de una visión del mundo más rica. Las habilidades teatrales de oratoria y expresión corporal, improvisación, trabajo en equipo, escucha activa y manejo de la incertidumbre son solo algunos de los muchos aprendizajes que sirven en innumerables facetas de lo personal y lo profesional. En un mundo que se está volviendo gradualmente más individualista y centrado en las pantallas, el teatro nos sirve para resocializarnos porque no hay otra forma de arte que ofrezca ese encuentro humano genuino en el que la energía entre los actores y el público es palpable, aunque efímera e intensa. Al resaltar la influencia del teatro, se acerca al lenguaje vivo y al potencial comunicativo de la narración que forja lazos, investiga la identidad colectiva y cultiva un diálogo significativo para el bienestar social.
El teatro nos recuerda que las palabras son vehículos repletos de historia y emoción. Además, en algunos casos, las palabras pueden tener la capacidad de cambiar. Las palabras pueden construir puentes de entendimiento, y podemos celebrar nuestro rico patrimonio. Por todo esto, el CAS se vistió de teatro en el “Día del idioma”, y toda la comunidad al unísono exclamó: ¡Qué comience la función!